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jueves, 30 de octubre de 2025

EL JARDÍN NOCTURNO



Sofía y su abuela Natalia paseaban por el jadín como cada noche, el lugar más bonito de la casa, su cuidada delicadeza formada por diferentes variedades de flores tanto temporales como perennes, los árboles frutales con casitas para pájaros y para avispas, la fuente central que siempre lucía iluminada en la oscuridad, y luego ellas, que caminaban su cómplice compañía continuando con las historias nocturnas de las últimas vacaciones.

Sentadas en el banco junto a la puerta del invernadero con música de piano sonando de fondo para que las plantas puedan crecer con mayor esplendor comenzó la abuela a relatar la enseñanza de aquella noche.  

Hoy le toca el turno a la vida de la mariquita, su ciclo tiene tres partes después de romper el huevo, primero se convierte en larva, luego se llama pupa y por último se transforma en se bichito rojo de puntitos negro que todos conocemos, cuando es adulta se alimenta del pulgón que vive en algunas plantas aromáticas como es el romero, la menta o el perejil, ¿A caso cuando te has encontrado alguna no estaban junto al cercado de los arbustos? -relataba mientras se abanicaba con un paipay. 

-Si abuela, siempre las veo por allí, pero hoy, había una nadando en el agua junto al borde del estanque de los patos, uno casi se la come, pero la alcancé justo antes, y una vez que se secaron sus alas huyó. 

-Ya estas advertida que no puedes acercarte sola al recinto de mamá pata, aún no sabes nadar bien, y aunque tiene poca agua es mejor que te mantengas lejos, además, como sabes, ya hemos hablado antes de la cadena alimenticia y algunos seres vivos nacer para alimentar a otros, y así continuar la cadena. - apostillaba la abuela mientras cerraba el soplillo y se levantaba para estirar las piernas. 

Sofía la siguió saltando a la pata coja antes de detenerse junto a unas gitanillas que  comenzaban a marchitarse. 

-Abuela, y las flores ¿Por qué se mueren? 

-La belleza de las flores también tiene su recorrido, y como todo un fin, luego nacen otras y la vida continúa, recuerda que tienes que cuidar de ellas, que si las riegas, les quitas las malas hierbas y les pones una música bonita de fondo crecerán mejor, pero, aunque las cuides mucho no podrás evitar que un día dejen de lucir su belleza y palidezcan antes de morir. Vámonos a la cama que es tarde, mañana continuaremos. 

-Vale, pero déjame coger una ramita de dama de noche para mi cuarto. - y se adentraron en la casa una con su paso lento, la otra, saltando.  

 

Ya había amanecido y Natalia terminó de dar los últimos retoques a la pintura en la que estaba inmersa, las flores del cactus solo abrían en la noche esperando a que las mariposas nocturnas la polinizaran para seguir reproduciéndose, cuando llegaba el día aún quedaba parte de esa belleza efímera antes de que sus pétalos se cerraran, y cayesen al suelo mustios. La casa repleta de cuadros pintados por ella representaba sus dos grandes pasiones, las mismas que inculcaba a Sofía junto con la lectura que entre las sombras frescas del jardín ocupaban sus horas, pero la abuela tenía un secreto que pronto sería descubierto. 

  

Pasaron un par de días más, picnic bajo el sauce llorón, bicicleta por el sendero hacia la casa de las flores donde compraron algunas semillas y abono orgánico, unos helados en la cafetería del pueblo y su inseparable charla informativa de todo aquello que Sofía ignoraba sobre botánica y pintura entre otras cosas. Pero, después llegó aquella noche que trajo un día muy distinto al resto, Natalia descansaba en su cama para siempre, había muerto con la sonrisa en el rostro del que ha cumplido sus sueños. En el cajón del escritorio había dejado un último regalo que Sofía debía de recibir y su esposo era el encargado para ello. 

 

Se sentó en el banco de la tertulia nocturna y abrió el inmenso sobre que contenía un  comic y una carta.  

Querida mía; 

Perdona por no haberte dicho nada, pero no quería que estuvieses triste, no llores por mí, mi ciclo ha terminado, ahora descansaré en la tierra igual que descansan los pétalos en el jardín, la vida fluye allá donde mires, y siempre que me eches de menos huele esas rosas blancas perfumadas, esas que dices que huelen a mí, y cuida de nuestro jardín ayudando con ello a tu abuelo, ese hombre tan guapo que eternamente te hará sonreír. 

A pesar de las dulces advertencias de su abuela, no pudo evitar que un par de lágrimas resbalaran por su rostro mientras apretaba aquel último presente en su pecho, abrió el comic y ahí estaban ellas pintadas en acuarela, sus paseos, sus historias, sus risas, meriendas caprichosas y todos los demás recuerdos que comprenderían su último verano juntas. Miró hacia el interior del vivero y observó una tristeza generalizada en el ambiente, las plantas no lucían alegres, abrió la puerta de cristal, seleccionó Serenade de Schubert y comenzó a regalas con la delicadeza que le habían enseñado, luego abrió el arca donde guardaban las pinturas y los lienzos, cogió uno en banco, sacó el caballete al jardín, cerró los ojos, sintió la música y comenzó a pintar a su abuela acariciando las petunias mientras la madre selva cubría parte de sus piernas, las enredaderas bailaban con el viento, querían quitarle el sombrero que cubría sus canas plateadas y todos los bichitos de sus historias andaban por entre su vestido de florecillas buscando un sitio donde cobijarse. 

  

A lo lejos pudo ver cómo la gente llegaba para dar el último adiós, recogió todo y entró una vez más para cambiar aquella melodía triste por El Dúo de la Flores de Lakme, luego, con el cuadro en una mano y el caballete en la otra entró en la casa. Sus padres la estaban buscando para que usase otro atuendo más apropiado, pero ella no quiso vestirse de negro, y se aproximó a la sala donde velaban el cuerpo, junto al féretro el último cuadro que pintó, aquellas flores de cactus que simbolizan lo etéreo de la vida, y junto a él situó la escena que ella había pintado para darle las gracias por todo lo que en aquellas semanas le había enseñado. 

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